SALUD: El programa de 21 días para transformar tu relación con la comida
EFE: Pablo Gutman. - El
doctor Judson Brewer, psiquiatra
estadounidense especializado en el tratamiento de la ansiedad y las adicciones,
ha desarrollado un programa de 21 días para mejorar nuestro vínculo con la
comida, descubrir y desactivar los detonantes que no llevan a comer sin hambre
y crear nuevos y buenos hábitos.
En vez de luchar contra los antojos de comida y juzgarnos por ceder a esos impulsos, debemos aprender a trabajar con nuestro cerebro y a resolver las cuestiones de autoestima, estrés, ansiedad, vergüenza o ira que pueden estar detrás de esos antojos, aceptar las recaídas y ser más amables con nosotros mismos, señala este médico psiquiatra.
Una mujer disfrutando de un exquisito bocado.... Foto Kroshka Nastya-Freepik./Si comemos por estrés o
en exceso, nos damos atracones o tenemos otro mal hábito, hay una solución que
excluye las dietas y el sentimiento de culpa por comer: cultivar un nueva
manera de relacionarnos con la comida basada en la curiosidad, la consciencia
de nosotros mismos, la libertad y la ligereza que provienen de nuestro
bienestar interior, asegura Brewer.
“Come esto y descarta
aquello. Cuenta las calorías de los alimentos. Haz más ejercicio. Esfuérzate
todo lo que puedas.¿Cuántos de estos mensajes
dietéticos nos han hecho sentir culpables por nuestra dificultad a la hora de
intentar aplicarlos para gestionar nuestra forma de comer?”,
reflexiona el doctor Judson Brewer, un reconocido psiquiatra estadounidense.
El doctor Brewer,
especialista en abuso de sustancias y trastornos alimenticios, y en técnicas de
mejora personal como la atención plena (‘mindfulness’ ) y el autodominio
(‘self-mastery’), está en desacuerdo con los enfoques de la dieta rígidos y
restrictivos y propone como alternativa un programa de 21 días para mejorar
nuestra relación con la comida basado en la neurociencia.
Su método, que describe y explica en su libro ‘Comer sin hambre’, nos enseña a trabajar con nuestro cerebro en lugar de luchar contra los antojos; a identificar y reiniciar los detonantes de los atracones de comida; y a remplazar los malos hábitos por otros buenos, partiendo de la recuperación de nuestro bienestar interior y del conocimiento de nosotros mismos.
De hecho, considera a
este programa como “el antídoto definitivo a las dietas y al sentimiento de
culpa hacia la comida”.
“Algunos de mis
pacientes intentan imponerse reglas estrictas — nada de aceite, sal, azúcar,
prohibida la comida rápida—, solo para descubrir que estas reglas les hacen
sentir como si hubieran construido una celda y se hubieran encerrado en ella:
una prisión alimentaria”, señala Brewer.
Explica que en sus grupos
terapéuticos, a menudo suele prevalecer el silencio, cuando les pregunta “¿Cómo
sabéis que el impulso de comer viene dado por el hambre o por alguna otra
razón, como el enfado, la soledad, el cansancio, el tedio, la tristeza, la
distracción o la excitación...?
Considera que la solución
a nuestros problemas con la comida no tiene nada que ver con seguir reglas
dietéticas estrictas y señala que el primer paso de dicha solución consiste en
que cada uno pueda responder con claridad a la anterior pregunta sobre dónde se
origina el impulso de comer, lo cual requiere un proceso de reflexión y
autoconocimiento por parte de la persona.
A menudo los antojos de
comida, no tienen nada que ver con el mensaje de hambre físico que nos envía el
estómago al cerebro, sino con detonantes emocionales que nos impulsan a comer,
según Brewer.
Foto Karolina Kaboompics- Pexels./
Alimentación y emoción:
camino de ida y vuelta
“Y no solo podemos comer
en respuesta a las emociones, sino que nuestras conductas alimentarias también
crean emociones, en especial, el dúo dinámico de la culpa y la vergüenza, que
surgen después de haber tomado un extra en la cena o después de lamer la
cuchara o el plato de postre, lo cual conduce a pensar: “Me he portado mal; no debería haberlo hecho”.
“Cuanto más se
cruzan los ámbitos de la alimentación y la emoción, más se transformarán estas
conductas en hábitos, que conforman un bucle en el cual quedamos atrapados”
destaca.
Para Brewer “la salida
de este lío, empieza por descubrir cómo funciona nuestro cerebro”, e
incluye mapear nuestros hábitos alimentarios, identificar nuestros impulsos,
hacernos conscientes de las consecuencias de los antojos, prestar atención a
nuestros cuerpo y mente, y fortalecer la confianza en nosotros mismos a través
de la experiencia”, según propone en su método.
“Tanto si se trata
de atracones, alimentación emocional, desprovista de atención, automática o
excesiva, centrarse en esos comportamientos como costumbres poco saludables
ayuda a abordarlos como hábitos y a salir del bucle del hábito”
señala.
Consultado por EFE sobre
cuáles son las situaciones que disparan con mayor frecuencia nuestro impulso de
comer sin hambre, Brewer señala que suelen están relacionadas con los estados
de ánimo o con hábitos como “comer simplemente porque se tiene comida
delante o rebañar siempre el plato”.
Usar la fuerza del antojo
a nuestro favor
Recuerda que una paciente suya, llamada Tracy “tenía una reserva de ‘energía ansiosa’ en su cuerpo y necesitaba masticar cualquier cosa de manera repetitiva para tranquilizarse mientras hacía sus trabajos”.
“Al aprender a explorar
su propia experiencia con la alimentación, Tracy descubrió que tenía ansiedad.
No había asociado la ansiedad con masticar zanahorias. Se limitaba a
masticarlas mientras hacía su trabajo. Esta constatación marcó el inicio de la
transformación de su relación con la ansiedad y con la comida”,
explica el psiquiatra
En respuesta a la
pregunta de ¿qué podemos hacer para desactivar un impulso de comer repentino
y especialmente intenso?, Brewer señala que “puede parecer irónico pero
no podemos desactivarlo”.
“Cuanto más
tratamos de cambiar un impulso a la fuerza, más difícil es. Lo que se resiste,
persiste, ¿no? Esto se aplica también a los antojos, a estos impulsos de comer.
Cuanto más empujamos, más fuerza hacen para quedarse”
recalca.
Brewer recomienda aplicar
uno de los principios del ‘aikido’, un arte marcial japonés que se basa en la
defensa no violenta, consistente en utilizar la fuerza de nuestro adversario
(en este caso, el antojo, el impulso) a SALUD
“Así, utilizamos
el antojo para alimentar nuestra curiosidad, para aprender a explorar las
sensaciones que dan lugar a ese impulso y, de esa manera, lo desarmamos”,
prosigue.
Esto es así porque “descubrimos que son solamente pensamientos, emociones, sensaciones físicas. Y observando todo eso, podemos comprender cómo funcionan los antojos e impulsos y utilizar esa energía en su contra” concluye.
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