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Miles de haitianos enfrentan un futuro incierto tras brutal ataque de pandillas

Un hombre empuja a un niño en una carretilla en Pont-Sonde, Haití, el 7 de octubre del 2024, días después de una matanza en esa área.

EFE: Bajo la oscuridad de la noche, decenas de pandilleros se acercaron sigilosamente al pequeño pueblo de Pont-Sondé en el centro de Haití, armados con cuchillos y fusiles de asalto mientras familias dormían.

La pandilla había venido de la cercana Savien en vehículos que abandonaron a mitad del camino, usando canoas para el resto del trayecto a fin de no hacer ruido.

Los disparos y los gritos despertaron al pueblo. Los que no fueron abatidos a balas fueron apuñalados. El fuego envolvió las casas.

“Trataron de matarnos a todos”, relató una sobreviviente, Jina Joseph.

La pandilla Gran Grif mató a bebés y madres jóvenes, gente de edad avanzada y familias enteras, enojada porque un grupo de autodefensa había tratado de limitar la actividad pandillera en Pont-Sondé y le había impedido hacer dinero con un puesto de control improvisado erigido en una vía local.

Los pandilleros huyeron a pie por unos arrozales cercanos tras el ataque del pasado jueves, dejando más de 70 cuerpos arrojados por el pueblo.

Es la peor masacre en la otrora pacífica región central de Haití en años recientes. Miles de personas enfrentan ahora un futuro incierto, sin empleo, vivienda o familia.

Jameson Fermilus, quien se escondió en un corredor al lado su casa mientras los disparos y el humo llenaban el aire, luego se sumó a más de 6.000 sobrevivientes que caminaron durante horas en busca de refugio.

“No sabemos qué vamos a hacer”, dijo otro sobreviviente, Sonise Morino, de 60 años. “No tenemos a dónde ir”.

Hambrientos, sedientos y sin vivienda

Miles de sobrevivientes caminaron hacia el oeste, hacia la ciudad costera de Saint-Marc. Días después de la masacre, una multitud de hombres, mujeres y niños se aglomeró alrededor de un buen samaritano que se alzó sobre su carro, repartiendo comida y bebida.

Las personas ahora sin techo recurrieron a una iglesia, una escuela o una plaza pública cubierta de árboles. Los afortunados que recibieron comida se sentaron en la acera para comer. De noche, se acostaron en pisos de cemento para tratar de dormir.

“Estas muertes son inimaginables”, dijo la alcaldesa Myriam Fièvre al reunirse con los sobrevivientes.

Una mayoría de las 6.270 personas que quedaron sin techo han encontrado alojamiento con familiares que viven cerca, según la Organización Internacional para las Migraciones.

Pero más de 750 otros no tienen a dónde ir, sumándose a las más de 700,000 personas que ya estaban sin casa debido a la violencia de las pandillas en todo Haití.

Dentro de una escuela convertida en albergue temporal, una mujer se apoyaba en una pizarra, acariciando suavemente a su bebé en la espalda y mirando fijamente a la distancia.

“Lo que han hecho es enviar un mensaje”

Masacres de esa magnitud eran antes impensables en la región central de Haití, pese al aumento reciente de la violencia de las pandillas. Hasta ahora tales matanzas eran reportadas solo en la capital, Puerto Príncipe, de la cual un 80% está bajo control de las pandillas.

Pero las cosas cambiaron cuando el exlegislador Prophane Victor empezó a armar a hombres jóvenes hace casi una década a fin de asegurarse la elección y controlar el área. Ello llevó a la creación de la pandilla Gran Grif, que controla Savien, Pont-Sondé y otros lugares de la región Artibonite, según la ONU.

Victor y el cabecilla de Gran Grif, Luckson Elan, fueron sancionados por Estados Unidos el mes pasado. Elan también fue sancionado por el Consejo de Seguridad de la ONU, el cual señaló que Gran Grif es la pandilla “más grande y poderosa” en Artibonite, perpetrando nueve secuestros masivos entre octubre del 2023 y enero del 2024, incluyendo el secuestro de 157 personas.

En ese período, Elan mató a una mujer porque se negó a tener relaciones sexuales con él, dijo la ONU.

La pandilla, cuyo nombre se traduce como “Gran Garra”, es además una de las que más incurre en reclutamiento de menores de edad en Haití, según la ONU.

Gran Grif es uno de por lo menos 20 grupos criminales que operan en Artibonite, donde se produce gran parte del arroz y otras cosechas de Haití. Más de 22.000 personas han sido obligadas a huir en años recientes debido a que hombres armados atacan a campesinos y se roban cosechas y animales, según la ONU, la cual ha calificado de “inadecuada e inconsistente” la respuesta de las autoridades.

Los efectos en otras pandillas

En una entrevista el lunes, Romain Le Cour, experto sénior en Haití para la Global Initiative Against Transnational Organized Crime, dijo que se preocupa por los efectos que la masacre de la semana pasada pueda tener en otras pandillas, a pesar de una nueva misión con respaldo de la ONU que opera en Haití.

“Lo que han hecho es enviar un mensaje: que son más poderosos que los demás y que están dispuestos a usar la fuerza bruta contra la gente a fin de asegurarse de que su poder territorial y su control económica sigan intactos”, dijo Le Cour.

Añadió que la Policía Nacional de Haití y la misión liderada por policías kenianos están teniendo dificultades al operar solamente en Puerto Príncipe.

“Será aun más difícil abrir múltiples frentes de batalla”, estimó. “Es un desafío enorme para el gobierno en estos momentos”.

Desde la masacre, el gobierno haitiano ha desplegado vehículos blindados, policías élite y equipos médicos a Pont-Sondé y a Saint-Marc. El primer ministro Garry Conille visitó el único hospital de la zona, ahora abrumado por las personas heridas en la matanza.

El lunes en la mañana, la policía seguía tratando de ingresar a partes de Pont-Sondé mientras miembros del grupo de autodefensa se negaban a dar declaraciones. La calle principal, normalmente atestada, estaba casi vacía. Se escuchaban disparos a la distancia.

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