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¿La muerte se enamoró de la juventud?

SANTO DOMINGO, RD. - La violencia de género continúa viajando como las pelotas de béisbol que caen del otro lado de la verja.

Los asesinatos juveniles perpetrados en el 2023, se difunden en la radio, la televisión, la prensa digital y las redes sociales como sardinas en lata.

Y eso obliga a reflexionar sobre esta cuestionante: “¿La muerte se enamoró de la juventud?”.

Nadie está excento de la muerte. Para morir el ser humano vive. Pero son cada vez más los casos donde el fallecimiento juvenil es incontrolable por diversas casuas: infartos, accidentes de tránsitos, asaltos o muertes violentas.

Entre los más abominables  y con mayor connotación mediática están los del niño que murió baleado en el carnaval de Santiago, Donelly Martínez. También la sociedad ha repudiado de manera unánime el crimen de Esmeralda Richiez, quien fue victima de su maestro.

No bien se ha apago la indignación nacional por esas muertes, suceden las de la locutora e inflencer Chantal Jimenez, asesinada por su expareja; el influencer y Tiktoker Jeferson Feliz, apodado como Yepo, y el joven cristiano Anyelo Medina que murió por un disparo de su asaltante.

Me pregunto si esto se debe a que son más las féminas jóvenes que están dentro de una relación tóxica o al hecho de que son superior a las imprudencias viales que provocan accidentes mortales. ¿La violencia, la delincuencia y el estilo de vida insano son causas de que las muertes sigan aumentando o simplemente la muerte se enamoró de la juventud?

Esta inquietud lleva a preguntar si siempre ha sido así; si todo el tiempo se deben echar flores en las tumbas de tantos jóvenes asesinados en tan poco tiempo.

Alguien comentó una posible causa vinculada al estilo de vida tan “acelerado” de algunos jóvenes.

Quizás la muerte no se enamoró de los jóvenes, pero, aún así, es bueno aferrarse a la vida. Existen situaciones incontrolables imposible de preveer y muchas que se intentan resolver a través de denuncias o solicitando ayuda, y aun asi las respuestas no siempre llegan a tiempo. O no están al alcance de la mano.

Por esto, siempre es bueno prevenir. Es importante denunciar, gritar. El silencio no es la solución porque a fin de cuentas solo aumenta el miedo. El silencio no controla la salud mental, por el contrario, la empeora. Es necesario ser prudente, actuar con calma y madurez. Perdonar y respetar los puntos de vistas opuestos de los demás, creer en la vida y evitar la violencia como única vía para buscar soluciones inmediatas.

Mucho de lo acontecido es consecuencia del estilo de vida, de la inmadurez, la obseción y las carencias de nuestra sociedad. Esas inconductas se reflejan en la falta de inteligencia emocional, el machismo, la urgencia del día a día y de la insanidad que lleva una parte de la vida juvenil, ademas, la falta de conciencia y seguridad vial.

El deber de los jóvenes es concientizarse y amarse más. Hay que abandonar el papel de victimarios y dejar culpar a los demás, cuando tenemos que culparnos a veces nosotros mismos. Seamos el cambio, no político, sino humano.

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