'Abre los ojos, estás en Marsella'
Marsella es la metrópolis favorita de los más ricos de Francia para vivir. Pero, la milenaria ciudad portuaria también alberga los barrios más pobres de Europa. En Frais-Vallon, una “cité” de la periferia norte sin vista al mar, la precariedad y el tráfico de drogas se conjuran con estrategias de emancipación ciudadana que buscan liberar a los jóvenes de las violencias múltiples generadas por la miseria. "50 muertes en ajustes de cuentas en 2023", reportó el procurador de Marsella este viernes.
"Estamos
en el corazón de Frais-Vallon, una barriada de 6.000 habitantes, con una tasa
de desempleo entre el 50% y el 60%, y un porcentaje de pobreza que alcanza la
misma cifra. Pero no es por ser pobres que no tienen riqueza. Su riqueza es la
diversidad”, dice Olivier Florens, educador
especializado de la calle que trabaja en este suburbio del distrito XIII en el
norte de Marsella, el gran olvidado del Estado francés.
A solo quince minutos en
metro del centro de la ciudad, el viejo puerto de Marsella parece estar del
otro lado del mundo. En Frais-Vallon no hay yates, ni restaurantes con
terrazas. Es una colmena de edificios descuidados y sin vista al mar en donde
prevalece la pobreza de sus habitantes y el tráfico de droga.
“Se habla de la violencia
de los jóvenes de estas barriadas. Pero, desde que se levantan, estos niños y
niñas reciben violencia. Salen de su casa y encuentran cemento, tráfico, ruido.
Todo eso es violento. Y estamos en Marsella con vista al mar, se supone”,
lamenta con ironía Olivier Florens.
El
“carbón”
A pocos metros de Addap13, reconocida asociación de educadores de la calle especializados en jóvenes de entre 11 y 20 años, hay un expendio callejero de drogas. En un muro exterior cuelga, con cierta discreción, la lista de precios de las sustancias ilícitas. Dos adolescentes están al frente del negocio. “Esos jóvenes dicen ‘este es el lugar en el que yo trabajo'. Lo llaman el carbón”, comenta François Souret, director de prevención en Addap13.
![Afiche del expendio de drogas "El carbón", atendido por adolescentes en Frais-Vallon: se informa sobre el traslado del puesto hacia otro edificio, el contacto Telegram y que se está contratando personal para la venta.](https://listindiario.com/files/vertical_main_image/uploads/2023/12/23/65877860d738b.jpeg)
Como si fueran a la mina,
estos menores de edad trabajan de sol a sol para las mafias del narcotráfico. “Son
explotados por ese particular sistema capitalista llevado al extremo. Ellos sí
cuentan con un saber y una experiencia. Y lo que adquieren en estas redes se
puede canalizar para hacer otras cosas. Basta con mirar la cantidad de jóvenes
involucrados que hemos acompañado y que, después de tres o cuatro años,
lograron salirse. Algunos se quedan atrapados en esas redes mafiosas. Pero, son
más los que salen adelante”, asegura el educador especializado.
En la mirada sombría e
intimidante de unos de estos niños se asoma el precio en vida que pagan por ser
el proletariado de las grandes empresas del crimen.
Souret explica por qué
los jóvenes traficantes arman barricadas con botes de basura para preservar su
existencia. “En la asociación creíamos que lo hacían para alejar a la policía.
Pero, los chicos me aclararon que se parapetan con estas canecas para protegerse
de otros grupos que pueden dispararles desde un carro con ametralladoras y
kalachnikovs. Esto genera una terrible angustia en estos niños”.
¿Ajuste de
cuentas?
Marsella, famosa por su
delincuencia desde finales de los años 20, ha padecido brotes de violencia
debido a la reconfiguración del entorno mafioso. Pero también debido a las
crisis económicas porque con la miseria todas las formas de violencia se
agravan.
“No es tanto que
los actos de delincuencia hayan aumentado. Esas cifras no dicen nada. Lo que
ocurre es que la violencia se ha vuelto constitutiva de la vida en el
territorio. Es omnipresente, aunque no siempre sea muy fuerte. Los habitantes
se acomodan a esa situación. Y, cuando digo los habitantes, estoy hablando de
los jóvenes”, precisa Souret.
Cada vez son más
frecuentes los tiroteos a cielo abierto entre bandas criminales de Marsella que
acaban con la vida de ciudadanos ajenos a las guerras de la mafia. Según el
reporte del procurador de la ciudad, 50 muertos dejaron en 2023 los “ajustes de
cuentas” ligados al narcotráfico. Un apelativo que las madres de las víctimas
cuestionan. Ellas hablan de "control territorial" de parte de la
delincuencia organizada.
La jueza de menores
Laurence Bellon explica por qué: “El término ajuste de cuentas no es
correcto porque se refiere a arreglos de negocios entre dos bandas. Aquí se
trata de asesinatos. Una banda llega disparar contra la gente del barrio para
mostrar que tiene el poder del territorio”.
Trata
de menores
El juez de menores en
Francia tiene como misión proteger a los menores de edad en peligro y
establecer medidas punitivas a aquellos que caen en la delincuencia. Es una
especie de magistrado-docente que educa y castiga. Para la jueza de menores
Laurence Bellon ha sido mucho más difícil este ejercicio en Marsella que en
otras ciudades del país.
“Aquí, los
adolescentes se topan con organizaciones criminales que ellos no manejan. Y yo
tampoco. Los jueces nos volvemos locos porque nos encontramos a cargo de
adolescentes inteligentes, con familias que los cuidan y hacen lo mejor que
pueden. Pero el adolescente es llevado a los tribunales un lunes; horas después
es puesto en libertad; y el miércoles, vuelve a ser detenido. Y así
sucesivamente".
¿Qué motiva a
estos adolescentes a vivir en ese círculo vicioso entre el expendio de droga y
el centro de detención?
“Ellos
dicen que lo hacen porque necesitan dinero ‘para comprar ropa de marca'. Uno
puede pensar que es una completa idiotez meterse a traficar para comprarse un
par de tenis con brillantes. Me tomó tiempo entender que funciona como la
prostitución de niñas. Estos jóvenes entran por la tentación de la ropa de
marca porque en nuestra sociedad de consumo, la identidad la da un par de Nike.
Pero, luego, estas organizaciones de delincuencia los atrapan y los chicos caen
en la trampa de lo que, en realidad, se denomina trata de seres humanos”.
Pronto, el lazo de
protección que el explotador crea con estos jóvenes se trasforma en una soga
que los agrede y subordina. En su comportamiento se resume el cuadro de una
víctima de violencia física y sexual: “Tienen miedo. Viven en el secreto.
Siempre están súper vigilantes observando todo. Un día un niño que cojeaba me
explicó que había terminado sus 10 horas de trabajo y que cuando reclamó la
paga, el jefe le dijo que debía continuar. El joven se negó. Y el hombre dio la
orden de golpearlo con un bate de béisbol. Vi a otro adolescente con la espalda
completamente lacerada con cicatrices del grosor de un dedo. Me dijo que lo
golpearon con un cable de hierro. Podían ser cortadas de cuchillo. Les disparan
en las piernas. Han quemado jóvenes dentro de automóviles.Pero, ellos creen que
merecen esa violencia”.
La jueza de menores narra
también que estos menores son víctimas de secuestro porque tiene deudas, porque
sospechan que han delatado o simplemente para aterrorizarlos y someterlos a
trabajar. “Cuando los encierran o secuestran, son víctimas de violencia
sexual. Siempre te dicen: 'yo no me voy a dejar atrapar de la policía'. O 'yo
no le tengo miedo a morir'. Un día le dije a uno ‘pero, tú conoces los
riesgos'. 'Sí', me dijo, 'es la muerte o la muerte’”.
Traspasar
la muralla invisible
Las cifras de los jóvenes
de los distritos XIII y XIV en el norte de Marsella que caen en estas redes del
narcotráfico no son exactas. Seguramente, no son anodinas. Sin embargo, existen
Quijotes que inventan estrategias para que estos chicos sobrevivan a la
ausencia del Estado.
A esta suerte de
emancipación para conjurar la fatalidad del 'no futuro' se han sumado los
docentes del colegio público de secundaria Jaques Prévert. Su director es
Rodrigue Coutouly.
"Es cierto
que el colegio tiene mala fama de puertas para afuera. Cuando digo que trabajo
aquí, la gente me pregunta si las cosas van bien. Y sí, van muy bien porque los
estudiantes son muy pobres, pero que sean muy pobres no significa que sean violentos.
Los jóvenes y sus familias tienen problemas. Pero aquí contamos con profesores
muy motivados y comprometidos. Hacemos un enorme trabajo para ayudarles a salir
adelante. Vamos a hacer todo lo posible para que siga siendo así",
dice a RFI.
Al interior del colegio
Jacques Prévert están las construcciones que Oliver Florens, educador
especializado de la calle en la asociación Addap13, ha realizado con aquellos
alumnos que presentan problemas de adaptación y corren el riesgo de abandonar
los estudios y quedar a merced de lo que les ofrece la calle.
“Lo
interesante de esta escuela es que los profesores han integrado el método
propuesto por nosotros. Así que, en cuanto un alumno no va bien, me lo mandan.
Así evitamos las expulsiones. Se libran de la clase, pero también del castigo.
Y pueden venir a expresarse en un taller”, explica Florens.
Cuando se les pregunta a
estos bachilleres por la profesión que desean elegir cuando terminen la
secundaria, la mayoría responde que quiere ser electricista, albañil, bombero o
policía. “No tenemos muchos estudiantes con la ambición de ser médico o
abogado. Por eso, uno de nuestros proyectos fue enseñarles a los jóvenes a
patinar para que llevaran a personas en silla de ruedas a hacer paseos y
caminatas”, relata.
El educador de la calle
explica que el acierto del proyecto fue no solo que permitió a los muchachos
volcar su lado humanista hacia otras personas, sino que se convirtió en la vía
para que conocieran las profesiones ligadas a ese universo: “Un día, al
salir del centro de discapacitados, uno de los alumnos me dijo: "¿Qué
trabajo tengo que hacer para cuidar a estas personas? ¡Ahí sentí que yo había
ganado! ¡Eso era lo que queríamos!”
Esta noche, Olivier
Florens irá con un grupo de estudiantes a acampar a las afueras de la ciudad
para escuchar el bramido del ciervo, el grito que lanza el animal macho en la
época de apareamiento para seducir a la hembra.
“Para jóvenes que
ni siquiera conocen el centro de la ciudad en Marsella, creo esta salida a las
montañas, a una hora en coche de aquí, va a ser fantástica. Yo veo a estos
barrios como especies de islotes cercados. De ahí es de donde tenemos que sacar
a adolescentes”, afirma.
Semillas
olvidadas
Cada año, los educadores
especializados de Addap13 y los del colegio organizan una "semana de
cohesión" que consiste en llevar a los alumnos del primer año de
secundaria al Centro de Deportes Náuticos de Frioul, una isla situada a cuatro
kilómetros de la costa de Marsella. Van allí a jugar, nadar con los profesores
y el personal de disciplina y a descubrir el mundo submarino y el Parque
Nacional de Calanques con sus normas de respeto al medio ambiente.
“El director nos
ha dicho que, desde que empezamos con esta actividad, se han acabado las peleas
que podrían haber surgido dentro de la escuela al comienzo de las clases, como
ocurría en otros años. Es que cuando tienes los medios y los recursos, todo funciona.
Estos chicos no son animales salvajes como los pintan en ciertos medios o en
ciertos reportajes. Son semillas olvidadas que hay que regar para que crezcan”,
asegura Florens.
Ese es uno de los secretos para conjurar la fatalidad del "no futuro": romper la muralla invisible que separa a los jóvenes que habitan las barriadas empobrecidas del norte de la ciudad y dejar que vuelen hacia esa Marsella de ensueño que el resto de sus habitantes, y miles de turistas, sí tienen derecho a disfrutar.
Por: Radio Francia Internacional.
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