Haití ¡Colapso social, económico y estatal!
La historia que contarán
otros dirá que somos parte de esta generación que experimentó el colapso
social, económico y estatal.
En realidad, hemos
anticipado el fenómeno y hoy sufrimos las consecuencias por haber descubierto
las causas, por acción o falta de estrategia.
Aquellos que pecaron por
acción introdujeron en nuestros intercambios incivilidades nunca antes
conocidas. Han desgarrado el tejido social, acentuado el empobrecimiento del
país, destruido la economía, provocado quiebras generalizadas de empresas y que
sucumbiera la autoridad del Estado hasta su completo colapso.
Por lo tanto, somos
testigos en esta generación de varias masacres por parte de funcionarios
oficiales que circulan libremente con toda arrogancia en Puerto Príncipe, ahora
asediados por jóvenes armados por las élites políticas y económicas con total
impunidad, hasta las sanciones extranjeras sobre presuntos criminales que
constituyen una gota de agua en el mar.
A fuerza de sufrir de
impunidad, esta generación ha visto fracasar nuestro sistema judicial.
Somos de una generación
herida e indignada por las violaciones colectivas de nuestras compatriotas.
Federalizaron nuestros demonios y los desataron en el territorio para vaciar
una vez más al país de sus profesionales más calificados, incapaces de sobrevivir
en este entorno sangriento.
Somos también de esta
generación de élite empobrecida, que sobrevive a la sombra de Organizaciones no
Gubernamentales (ONG), que vive del sistema de favores de unos pocos
empresarios que constituyen el único medio que tiende únicamente a reproducir
los mecanismos clásicos de sobrevivencia.
Estamos, por tanto, lejos
de la misión de una élite que consiste a mejorar el presente y configurar el
futuro.
¿Cómo
llegamos a este punto crítico?
La experiencia de
supervivencia en el reino animal es casi idéntica que la de los humanos. Para
reproducirse, los animales necesitan un espacio favorable a la búsqueda de
alimentos, un refugio adecuado para protegerse de las inclemencias del tiempo y
de los apetitos de los depredadores para salvarse de la extinción de su
especie. Cuando el entorno se vuelve muy hostil por diversas razones, los
animales huyen del hábitat original para regresar.
La migración masiva de
haitianos es lo contrario de los movimientos aquí referidos. Se escapan para
nunca regresar a la región original.
Este éxodo total, que
toma la apariencia de una locura colectiva, es la respuesta del cuerpo social
para arriesgarse en los bosques de El Darién en Centroamérica, Turquía, Río
Grande, con posibilidades de supervivencia. Los beneficios inesperados del programa
humanitario del gobierno de Estados Unidos, con menos riesgo, absorben una
parte importante de lo que queda de divisas en el país. La extinción total de
las presas de caza significaría la desaparición de los depredadores. El
equilibrio de la naturaleza se mantiene mediante una cantidad adecuada de
depredadores y presas. En estos modelos, los depredadores sólo pueden crecer
con abundancia de presas y su agotamiento conduce a la extinción.
Si los depredadores
pudieran razonar, trabajaran para la reproducción de sus presas, no por amor,
sino por instinto de supervivencia. Este instinto constituye el gran déficit en
el razonamiento de nuestros actores.
La acumulación sin
normas, sin reglas, sin ética, conduce al umbral crítico de concentración
perversa de riqueza, al empobrecimiento persistente de los sectores más
vulnerables de la sociedad, a la matanza de la esperanza, fundamentalmente al
agotamiento de las presas para la reproducción.
La decidida
transformación de los ajustes económicos a partir de la década de 1990,
transfiriendo activos estatales a un sector privado en un marco normativo e
institucional inadecuado, ha generado un aumento de desigualdades. A partir de
2012, Haití se encuentra en un hoyo; en un callejón sin salida.
Los
efectos de la violencia
En la primavera de 2022,
recibí a 35 mujeres de barrios de Puerto Príncipe afectados por el clima de
inhumanidad. Jóvenes y mayores, todas víctimas de agresión sexual. Dos estaban
embarazadas después de la violación, mayormente colectiva y no respetan las
niñas pequeñas.
Eran ciertamente la cara
del colapso del Estado, pero sobre todo, eran la expresión del colapso de una
sociedad de castas y de un apartheid silencioso que los había abandonado
durante mucho tiempo.
Estamos en una cultura de
“sálvese quien pueda” para recoger las migajas que arrojan los depredadores que
no pueden satisfacer a tantos que no son parte del clan.
La competencia por la
sobrevivencia es feroz y conduce al odio, al rechazo y la violencia de grupos
sociales, que sobreviven en la precariedad porque son mantenidos alejados del
circuito de producción de bienes y servicios por un Estado depredador bajo la
obediencia de Redes Sociales de Acumulación (RSA). Se trata, por tanto, de
lazos muy jerarquizados en varios niveles. Una dinámica fatal (cálculo,
interés, miedo) que nos lleva a un colapso moral de la sociedad y a la pérdida
del monopolio del compromiso colectivo del Estado.
La causa fundamental de
este colapso es, por tanto, la estructuración nociva del espacio vital que
impide que las presas (en este caso grupos sociales ajenos a la RSA), se
reproduzcan. No es otra cosa que la ausencia de un contrato social entre grupos
sociales que permita establecer un clima de confianza y convivencia, a través
de mecanismos más equitativos.
Las
raíces de esta situación
Las formaciones sociales,
espacio de cohesión y complicidad entre grupos sociales, no son generaciones
espontáneas, sino el resultado de procesos anteriores. Es producto de una
evolución histórica de luchas, guerras internas, alianzas entre caudillos, derrotas
y finalmente victorias de los más fuertes que imponen una visión: El sueño
común.
En Europa fuimos testigos
de las guerras internas que condujeron al Estado nación. Alemania es un ejemplo
sorprendente. “Alemania era un conjunto de principados, con derecho a acuñar su
propia moneda, desarrollar sus propios ejércitos e introducir sus propios
impuestos y aranceles. Esta división reduce considerablemente los viajes
internos y la comercialización de mercancías”.
Los príncipes se
opusieron ferozmente a esta unidad nacional que significaba para ellos una
desaparición total, sin una reforma de las monarquías. Algunos de los señores
de la guerra se enfrentaron, silenciaron a otros e hicieron alianzas, lo que
permitió lograr este territorio unificado.
El camino de la
unificación, del sueño nacional común, se construye a partir de varios
“momentos”
En Haití, el proceso se
vio interrumpido y enfrentado a los intereses de potencias extranjeras, en
busca de territorio, y sobre todo queriendo posicionarse frente a la ruptura
del Canal de Panamá.
En consecuencia, el
Estado nación que resulta de un movimiento endógeno, en varios momentos
-guerras internas, alianzas, traiciones, matrimonios, no surgió. Henry
Christopher no ganó la batalla de Sibert. De lo contrario, tal vez habría sido
un punto de inflexión hacia otra dinámica política y social.
¿Cómo
vamos a renacer?
Los disturbios provocados
por la decisión del presidente Luis Abinader de cerrar la frontera por la
construcción del canal del río Masacre vislumbran en el horizonte una
esperanza, un despertar de la conciencia colectiva.
En su búsqueda de la
soberanía alimentaria, el pueblo haitiano habló muy alto, en voz alta y con una
sola voz.
Invito a todos a hacerse
eco de este noble grito para que resuene en cada rincón de nuestro país.
Tendremos que hacer todo lo posible para aprovechar este impulso (conciencia colectiva) para construir juntos las bases de un “contrato social” y los ideales de convivencia mediante el establecimiento de instituciones capaces de satisfacer las demandas de organización de la sociedad y las necesidades de los ciudadanos de manera equitativa.
Por: FRITZ ALPHONSE JEAN
El autor es presidente del Instituto Haitiano de Observatorio de Políticas Públicas (INHOPP)
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