Ante el declive del braille, asociaciones temen un ‘analfabetismo’ de los discapacitados visuales
RFI: Hasta
los 40 años, Frédéric veía perfectamente. Desde 2010, a consecuencia de una
infección de origen desconocido, un espeso velo oscurece permanentemente su
vida cotidiana. Ciego, utiliza la tecnología digital en lugar del braille para
compensar su deficiencia visual. "Cuando perdí la vista, aprendí el
braille, pero fue como volver a la escuela. Es una nueva reeducación en la que
no es fácil asimilarlo todo, y es más fácil utilizar las nuevas
tecnologías", recuerda este hombre de 52 años.
Según cifras publicadas por la Federación de Ciegos de Francia, de los
253 millones de discapacitados visuales que hay en el mundo, de los cuales 36
millones son ciegos, sólo seis millones utilizan el braille. Como Frédéric,
muchos discapacitados visuales han abandonado este sistema de escritura y
lectura, que utiliza una combinación de seis puntos en relieve para descifrar
las letras acariciándolas con el dedo índice.
ENTRE 1.000 Y 2.000 EUROS PARA ADAPTAR UN
LIBRO EN BRAILLE
Programas de vocalización, audiolibros, aplicaciones de dictado...
Proliferan las tecnologías "parlantes", que permiten a los
discapacitados visuales obtener información y comunicarse con total
independencia, a menudo en detrimento del braille. "La comunicación
oral se considera una alternativa a la lectura y la escritura",
explica Bruno Gendron, presidente de la Federación de Ciegos y Ambliopes de
Francia.
La razón es que, a pesar
de sus dos siglos de existencia, el braille sigue siendo un sistema de
escritura poco accesible. "Se calcula que entre el 7 y el 10% de las
novedades literarias están en formatos adaptados al braille", señala
Pierre Marragou, presidente de la asociación Acompañar, Promover, Integrar a
los Deficientes Visuales (apiDV), que produce y transcribe braille a la carta.
Esta rareza se debe principalmente al coste excesivamente elevado de la
producción de libros táctiles. "Por ejemplo, transcribir un libro que
requiera reproducir ilustraciones, como uno de matemáticas o de ciencias y vida
de la Tierra, cuesta entre 1.000 y 2.000 euros", señala.
Transcribir libros a la
escritura braille, en formato impreso, también supone una multitud de
voluminosos volúmenes difíciles de transportar. "Es mucho más difícil
de mover que un libro tradicional. Siempre ponemos el ejemplo del primer
volumen de Harry Potter: aunque es el más sencillo y corto de toda la serie,
representa unos 10 volúmenes en braille", señala Pierre Marragou.
Aunque el braille
digital, más compacto, contribuye a favorecer el acceso a los textos
literarios, su coste sigue siendo un obstáculo. "Los visualizadores
digitales de braille, que son pequeños terminales que permiten leer braille en
una pantalla, cuestan entre 6.000 y 10.000 euros según el modelo. ¡Es mucho
dinero para un lector electrónico! ", exclama.
ESCASEZ DE PROFESORES
Como consecuencia, muchos ciegos están perdiendo interés por el braille,
que es más caro y engorroso que las herramientas de reconocimiento de voz. Este
declive, que Pierre Marragou considera una "amenaza real", suscita
las críticas de las asociaciones de apoyo a los ciegos y discapacitados
visuales. "Es absurdo: para los videntes, no hay oposición entre el uso
de la tecnología digital y el de la escritura y la lectura", comenta
Bruno Gendron.
En apiDV, la preocupación se centra incluso en una posible desinversión
por parte del Gobierno francés. Como resume Pierre Marragou, "el riesgo
es que, como la tecnología digital cuesta menos, los poderes públicos digan que
ya no necesitan formar a nuevos profesores de braille", y ya apunta a
la creciente escasez de profesores y al hecho de que los alumnos ciegos no
reciban una formación sistemática en braille.
"No hay suficientes profesionales para cubrir las necesidades y, en
algunas zonas, se está haciendo prácticamente imposible aprender el braille,
salvo con la ayuda de voluntarios que no siempre están bien formados", confirma Bruno Gendron.
ÉXITO ACADÉMICO
En este Día Mundial del Braille, las asociaciones dan la voz de alarma
sobre la desaparición de esta forma de escritura. El presidente de la
Federación de Ciegos y Ambliopes de Francia denuncia un "círculo
vicioso" que podría conducir a la larga a la "pérdida de algunas
competencias de las personas con discapacidad visual" y al
"analfabetismo". "Es un problema real, porque no se le
ocurriría a una persona vidente decir que cada vez aprende menos a leer y
escribir. Es decir, nadie diría eso", lamenta.
Para las dos asociaciones miembros del colectivo "Braille is
back", este sistema de escritura es algo más que una herramienta de
comunicación o emancipación. Va de la mano del éxito académico. "Permite
acceder a la ortografía, facilita el aprendizaje de una lengua extranjera y del
francés, así como la oratoria", afirma Pierre Marragou, él mismo
"braillista". "¿Cómo se puede pretender que un ciego se forme
y tenga un empleo si no sabe leer en braille?", prosigue Bruno
Gendron.
Los resultados del estudio Homère, primera encuesta realizada en Francia
sobre las condiciones de vida y las necesidades de los discapacitados visuales,
revelan que el 35% de los ciegos que dominan el braille tienen un nivel de
estudios inferior al bachillerato, frente a un 51% para los no
braillehablantes. En cuanto a los diplomas después del bachillerato
(licenciatura y máster), los alumnos braillistas son dos veces más numerosos.
Por último, el 80% elige su formación en función de sus intereses personales,
frente a un 58% para los no braillehablantes.
Para preservar el braille, las asociaciones luchan por su inscripción en
la lista del patrimonio cultural inmaterial de la UNESCO. Aunque la Federación
de Ciegos y Ambliopes de Francia tiene intención de volver a plantear la
cuestión cuando se reúna en enero con Fadila Khattabi, la ministra francesa
encargada de las Personas Discapacitadas, el tema está pendiente desde hace
varios años. "Si abandonamos el braille, puede que ahorremos dinero,
pero a largo plazo probablemente lo pagaremos haciendo que los ciegos estudien
menos y trabajen menos", concluye el presidente de apiDV.
Por: Carolina Renaux.
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