CABO HAITIANO: La antigua capital haitiana busca revivir su esplendor mientras la violencia consume Puerto Príncipe
AP: Cabo Haitiano, Haití.
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Le llaman Okap, hogar de reyes, esclavos emancipados y revolucionarios
haitianos.
Ubicada en la luminosa
costa norte, la ciudad de Cabo Haitiano fue abandonada como capital durante los
últimos años de la era colonial francesa y, una vez más, cuando cayó el Reino
de Haití luego del suicidio del monarca y del asesinato de su hijo adolescente.
En su día era conocida
como el París de las Antillas, y ahora está a punto de convertirse en lo que
algunos dicen que es la capital de facto del país a medida que Puerto Príncipe
se sume en el caos debido a la violencia de las bandas armadas.
“La historia se
repite", dijo Yvrose Pierre, la alcaldesa de Cabo
Haitiano, a The Associated Press una tarde reciente.
Empresarios, padres
ansiosos e incluso históricas ceremonias estatales se han reubicado aquí, una
tendencia que comenzó antes incluso de que las bandas empezasen a atacar
infraestructura gubernamental clave en Puerto Príncipe a finales de
febrero.
Los pistoleros quemaron
comisarías, asaltaron las dos mayores prisiones del país para liberar a más de
4,000 reos y atacaron el principal aeropuerto del país, que no ha vuelto a
estar operativo desde que cerró a principios de marzo.
Ahora mismo, “Cabo
Haitiano es la única ciudad que conecta a Haití con el mundo”, apuntó
Pierre.
Las palmeras salpican la
ciudad en la que viven unas 400,000 personas que pasean libremente y están en
la calle hasta tarde.
No tienen que esquivar
los cadáveres esparcidos sobre las veredas, correr para evitar ser alcanzados
por balas perdidas o estremecerse si un “pop-pop-pop” llena el aire, confiando
en que sean solo fuegos artificiales. En Puerto Príncipe no existen estos lujos.
Más de 2,500 personas
murieron o resultaron heridas por la violencia de las pandillas entre enero y
marzo en todo el país, un 50% más que en el mismo periodo del año pasado, según
un reporte publicado el viernes por la Oficina Integrada de Naciones Unidas en
Haití. La inmensa mayoría de la violencia se registra en la capital.
Pierre atribuye la
tranquilidad en Cabo Haití a la reciente demolición de más de 1,500 viviendas
en las afueras al sur de la ciudad, donde habían entrado las bandas.
La calma es una de las
principales razones por las que, en el último mes, la ciudad ha atraído a casi
95,000 personas que huyeron de la situación en Puerto Príncipe.
Las autoridades han
empezado a exigir a los recién llegados que se registren en el ayuntamiento
para controlar la afluencia.
“Está viniendo
mucha gente y existe el riesgo de que se produzca un desequilibrio”,
indicó la alcaldesa. “Cabo Haitiano no tiene recursos suficientes para recibir
a todos los que huyen de la violencia”.
Según Pierre, no hay
campamentos ni albergues para los migrantes y la ciudad está tratando de dar
comida y alojamiento a todos, y algunos se ven obligadas a dormir frente a
iglesias y tiendas de alimentación.
Las escuelas también
están desbordadas.
En la escuela Bell
Angelot del centro de la ciudad, las autoridades han registrado un aumento del
10% en las matriculaciones, que no dejan de subir.
“Hay demasiados
alumnos”, afirmó el director del centro, Jocelyn Laguerre, que
apuntó que ha tenido que contratar más maestros y añadir más clases porque
muchos de los niños que llegan de Puerto Príncipe van muy por detrás en sus
estudios debido a que la violencia ha forzado el cierre de las escuelas.
Y no todas las familias
que llegan pueden pagar, algo Laguerre dice entender.
“Sabemos lo que
está pasando en este país”, afirmó.
En la escuela de Laguerre
no hay seguridad, lo que supone un fuerte contraste con Puerto Príncipe, donde
los guardas fuertemente armados son una presencia habitual en instituciones
donde estudiantes de todas las edades han sido secuestrados y las bandas han
extorsionado a los directores.
En general, no hay
guardas privados en muchos comercios de la ciudad. En una tarde reciente, el
tintineo de las fichas de dominó de una partida sobre una mesa desvencijada al
aire libre se mezclaba con las discusiones de los aficionados por una tarjeta amarilla
en el partido entre Real Madrid y Manchester City, que congregó a docenas de
personas que se agolpaban a las puertas de los bares al aire libre.
Nadie miraba alrededor
con miedo de ser agredido, secuestrado o asesinado.
“Hay más paz aquí
que en otras ciudades”, dijo Alfred Joseph, sentado en una
silla de plástico rojo en un frondoso parque público cercano. “Para mi, Cabo
Haitiano siempre ha sido la capital de Haití”.
A pesar de sus encantos,
la ciudad comparte muchos de los problemas de Puerto Príncipe: pobreza, un
tráfico agobiante y montañas de basura en las calles, los ríos y el océano.
Pero la ausencia de violencia es suficiente para Baby Dovelus, que regresó a Cabo Haitiano tras el secuestro de un alumno de la escuela a la que iba su hija en Puerto Príncipe.
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